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© FEGLININ                                                                                            ISSN 2594-2298

  | Año 6, No 24, enero – marzo 2023 |




                  salves porque inhibes su capacidad de hacerlo ellos mismos. Esto los vuelve indiferentes a si
                  mismos y como consecuencia en autómatas.

                  La  curiosidad  selectiva  y  sostenida  es  el  antídoto  contra  lo  que  nos  hace  autómatas:  la
                  indiferencia, es la brújula de tu recurso más valioso: tu atención.
                  Te haré una pregunta que puede ser provocativa, pero, a final de cuentas eso es lo que busco,
                  provocarte. ¿Si tu fueras Dios que generaría más conexión de tu creación hacia ti, que te
                  conozcan  totalmente  o  que  estuvieran  profundamente  llenos  de  curiosidad  por  seguir
                  conociéndote? Piénsalo y observa tu propio comportamiento. Quien te llama más la atención,
                  alguien que con el paso de los días conoces totalmente y debido a eso caes en la monotonía,
                  o alguien que siempre tiene algo nuevo o diferente que mostrarte.
                  Ahora vamos a ver cuáles son los detonantes de la indiferencia:

                  La predictibilidad. Imagínate que vas al cine, si en los primeros 5 minutos de la película ya
                  sabes lo que va a suceder no vuelves a verla jamás en tu vida porque es aburrida. Las mejores
                  películas tienen puntos de inflexión, juegan con tus emociones precisamente para mantener
                  tu atención. Lo mismo pasa con tu vida, tu relación de pareja, tu trabajo, tu discurso como
                  profesionista… Si eres predecible totalmente, todo se vuelve aburrido y eventualmente pierde
                  sentido  ya  sea  para  ti  o  para  tu  entorno.  Que  persona  conoces  aburrida  y  que  sea  feliz.
                  Aburrirte es una decisión y es más, aburrirte no es malo si haces algo al respecto. Te daré un
                  ejemplo: Estas en tu trabajo y tu jefe se la pasa el día entero fastidiándote, tus compañeros se
                  la pasan en el chisme y te van llenando el buche de piedritas. Estas estresado al grado de
                  enfermarte. Estas aburrido de esa situación y ya no soportas más, terminas renunciando. ¿Te
                  das cuenta como el aburrimiento no es necesariamente malo? Siempre y cuando hagas algo
                  al respecto. Siempre necesitamos cosas nuevas, espontaneas, aunque estemos haciendo lo
                  mismo  con  las  mismas  personas.  Tip:  aplica  esto  en  tu  relación  de  pareja  y  notaras  la
                  diferencia.
                  Generalizar detona una ignorancia tan grande porque en el momento que generalizas sobre
                  un tema, una persona, etc. tomas una etiqueta del objeto de estudio y lo haces su todo y te
                  desconectas.  Generalizar  mata  tu  curiosidad.  Un  clásico  ejemplo  es  la  frase:  “todos  los
                  hombres son iguales”. ¿Estás segura, ya los conociste a todos? O solo a los hombres con
                  quienes convives. Decir este tipo de frases provoca que ya no quieras seguir investigando,
                  conociendo, aprendiendo.

                  Repetición.  Las vivencias se convierten en experiencia cuando al hacerlo lo disfrutas, al
                  repetirlo  estas  aprendiendo.  Cuando  a  lo  que  le  llamas  experiencia  te  aburre  ya  no  es
                  experiencia, es repetición. ¿Te ha pasado que en tu trabajo tienes actividades que se vuelven
                  tediosas? Te garantizo que al principio cuando las hacías hasta te emocionaste porque estabas
                  aprendiendo algo nuevo, pero después de un tiempo te aburriste y dejaste de disfrutar lo que
                  hacías. No es lo mismo tener 10 años de experiencia haciendo algo que hacerlo durante un
                  año y repetirlo por 10 años.










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                                                                                                    Autor: Mtro. Jesús Eduardo Lara Miranda
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